domingo, 19 de abril de 2020


LAGO DE NEMI


He matado al sacerdote.
Agazapado en la penumbra de la noche,
emboscado tras las plantas ponzoñosas,
un certero golpe ha derribado al asesino.
Aún se percibe el acre olor de la sangre
que salpica las hojas de adelfas y laureles.
Tengo miedo.
Empuño la espada ensangrentada
que me acompañará hasta mi muerte.
Solo me da esperanza
saber que cuando Apolo asome
su rubicunda faz por las colinas
la nemorosa Diana
me brindará una lóbrega sonrisa.

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